16 diciembre, 2008

Tostón o cochinillo

(Escrito por Cándido López, Mesonero Mayor de Castilla, en su libro La Cocina Española, ISBN 8401371848), es un libro muy interesnate por todo lo que dice en él.

EL TOSTÓN ASADO

El tostón es un manjar base en mi mesón. A dicho animalito debo mucho de mi fama, y quiero, pues aunque no sea más que por gratitud, sacarle a relucir en primer término en mi prosa.
Tiene el tostón su historia, como un príncipe. Y siete nombres: tostón, cerdo, cochinillo, puerco, marrano, guarro y lechón. Fue antaño manjar de personas reales, de favoritos y de cardenales, y hoy le saborean -¡cuanta razón tenía Ovidiol- hasta labradores de mediana hacienda, menestrales y trabajadores manuales. El nivel. Eso que llaman el nivel de vida, que sube y sube y va cubriendo todas las capas sociales. Más vale así.
Según cuenta Federico Bravo Morata en su Historia de Madrid, hacia finales del siglo XVI o principios del XVII llegó a la capital de España un francés extraordinario, cocinero de oficio, pero bohemio y pícaro de condición, llamado Jean Botín. El hombre anduvo de aquí para allá en el dédalo de calles y callejones de la Villa y Corte, hasta que se le ocurrió la idea de poner un figón en los bajos de la plaza Mayor, allí por donde están la calle de Cuchilleros, Puerta de Moros y las Cavas, lugares de posadas, paradores y establecimientos vinícolas, donde se aglomeraban viajeros, tratantes, trajinantes, arrieros y otros individuos más o menos encopetados y de anchas tragaderas.
El caso fue que este galo Botin monta su comedero humano, y sabiendo las durezas del paladar ibérico su especialidad primera fue la del asado: el tostón y el cordero, colgando, como muestra de su establecimiento, los propios animalitos, pendientes del hocico, bajo una muestra que así decía: Hostería de Botin. Tostones asados.. Dicho figón comenzó a conseguir lo más dificultoso, fama y popularidad, y no hay duda que Botin logró su propósito. Lo que no quiere decir que en otros lugares de España no existiesen ya otros establecimientos donde el asado de este animalito llegaba a su cenit. En todas las regiones y en todos los tiempos se asaron tostones, de diversas calidades y edades y de distintas formas, sobre brasas, en asadores a la llama viva, en hornos de pan... Esta última es la manera más adecuada y más extendida.
Han sido muchas y largas las polémicas suscitadas para delimitar el triángulo donde se crían y asan los mejores tostones del mundo, y al mismo tiempo razonar por qué son los mejores. El gran escritor castellano Julio Escobar, y el bilbaíno Luis Antonio de Vega, ambos grandes conocedores de la materia, y el que estas líneas escribe, suscitaron muchos debates hasta aclarar todos estos extremos. Jean Botin divulgó el tostón asado, pero ya era un manjar muy conocido. En Segovia existe un cronicón en el que un rey castellano concedía, siglo y medio antes, el privilegio de partir o trinchar el cochinillo con el borde de un plato a determinado mesón: Don Enrique por la grazia de Dios, rey de Castíella, de León, de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Córdoua, de Murcia, de Jahén, del Algarbe, de Algezira e Señor de Vizcaya e de Molina, a Vos el Conzejo, Alcalles, Alguacil, Regidores, Caballeros, Escuderos, oficiales e Homes buenos de la mi ciudad de Segouia, Fago vos saber que por facer bien e merced a Pedro de Cuéllar, mi aposentador real, fundador del mesón que está al Azoguejo, le otorgué preuillejo para que con el ceremonial de razón pueda facer el trinchado del asaz tierno lechoncillo a la manera ruda e patriarcal, como de luengos siglos lo ficieron remotos pobladores destas tierras, e que ansimesmo lo puedan facer sus subcesores en el susodicho mesón.

Es indudable que la materia prima resulta fundamental en esta clase de asados. Es decir, que lo más importante es el tostón. ¿Y de dónde son estos cochinillos? ¿Qué pueblos tienen el honor de su nacencia? Unas humildes y sencillas aldeas segovianas del partido de Santa María la Real de Nieva: Nieva, Montuenga, Rapariegos, Tolocirio, San Cristóbal de la Vega, Montejo...; del abulense partido de Arévalo: Aldeaseca, Villanueva del Aceral, Barroman, San Esteban, Castellanos, Espinosa, Orbita, Gutierre Muñoz, Adanero, Pajares de Adaja...; y los salmantinos de por Pefiaranda de Bracamonte: Rágana, Paradinas, Babilafuente, Horcajo, etc. En estos lugares ponen gran celo y eficacia en la crianza de estos animalitos, y el máximo cuidado en la recría. Los cochinillos se alimentan de las tetas de la madre, y es entonces, entre los quince y los veinte días de edad, cuando pesan de tres kilos y medio a cuatro, el momento preciso para que ofrezcan su inocente suculencia angélica a la calentura del horno. Las madres han de ser de buena crianza, y su alimento a base de granos, cebada y centeno, de harinilla, de berzas y patatas cocidas, y salir poco de la pocilga a la rebusca de desperdicios, y menos de montanera, a por las bellotas caídas de las encinas. Estas madres han de ser caseras, y si son molinera:, mejor que mejor, porque a los molineros no les duelen prendas en el derroche del pienso. Los cerdos criados y mantenidos a base de piensos sintéticos no pueden dar las mismas carnes que los alimentados naturales. No es preciso insistir en esta lógica argumentación.

MODO DE PREPARAR EL COCHINILLO PARA SU ASADO
Sujetándole con la mano izquierda por sus manitas delanteras, se le degüella con un cuchillo fino, desde el cuello al corazón, a fin de que muera en el acto. Suspéndase por las patas traseras hasta que haya sangrado completamente, rebozándole a continuación en su misma sangre y espolvoreándole con un puñado de pez bien machacada y seca.
Una vez hecha esta primera operación, se le sumerge en un caldero de agua caliente; antes de que llegue a hervir se le seca con un paño, o simplemente con la mano, pelándolo muy fácilmente. Se lava al chorro de agua, se le destripa y se le vuelve a lavar hasta que quede bien limpio. Colóquese a escurrir. Así se realiza en Castilla.
En otras regiones suelen encallarlo Esta operación consiste en que una vez pelados se les sumerge en un caldero, donde hay agua cociendo para que se encallen. Ahora bien, esta operación no es muy recomendable, pues endurece su piel. Cuanto menos tiempo transcurra desde las operaciones de matarlo y limpiarlo hasta meterle en el horno, mejor, pues en este caso, como en otros muchos, hay un viejo refrán castellano que dice: El lechón, del cuchillo al asador.

EL ASADO
Se extiende el cochinillo sobre una mesa o tabla, se le abre de abajo hacia arriba, excepto la cabeza, pues una vez asado le da una figura especialmente graciosa. Se le da un corte, o más bien un golpe, a lo largo de la espina dorsal, de abajo hacia arriba, con el fin de que quede más extendido. Colóquese en una tartera de barro, después de haberlo espolvoreado con sal fina, y en cuya tartera habremos puesto un poquito de agua y atravesado el cochinillo con unos palitos de laurel al objeto de que no se pegue a la cazuela durante el asado y su fina piel quede destruida. Ha de entrar en horno abierto, (aclaración mía: horno abierto si es de panadería, en el de casa la puerta cerrada), con su parte interior hacia arriba. Cuando por esta parte ha cogido su punto de asado, se procede entonces a darle la vuelta. No sólo continuaremos asándolo, sino que a partir de este momento cuidaremos de su presentación, le daremos unos con buena manteca de cerdo fresca, cuidando de que su fina piel, aún correosa, no se chasque.
El rabito saldrá ensortijado, las orejillas las cubriremos con unos cucuruchos de papel de estraza que habremos humedecido antes para que no se quemen y cuyo único fin es proteger aquellas del exceso de calor que van a recibir. Con un tenedor se pica su fina piel, a fin de que no se formen diminutas vejigas con el aire que hay dentro. se introduce de nuevo en el horno. Su punto exacto de cochura se produce cuando la piel toma un color avellanado, y al golpearle con los nudillos de la mano suene a hueco como la piel de un tambor, la piel tersa. Es éste el momento preciso para sacarlo del horno. Se le pasan por él unas plumas o una brocha impregnadas con manteca de cerdo derretida. En algunos sitios lo hacen pasándole un trozo de tocino fresco. De ambas maneras recibirá un brillo que realzará su presentación. (En la manteca se habrán puesto unos ajos.)
Si el tostón es de buena calidad no necesita más ingredientes que los expuestos anteriormente. Se le sirve en su propio jugo, sazonándolo con sal a gusto del asador. Si el cochinillo no reuniese las condiciones de alta calidad deseada, o si su tiempo de cochura fuese mayor del previsto, o el gusto de los comensales fuese muy español, en este caso es aconsejable añadir al jugo del tostón tomillo salsero o ajos machacados. También en Filipinas se refuerza la salsa del cochinillo con las asadurillas, muy picadas, que una vez rehogadas y con la adición de vino blanco, se las liga con la salsa del cochinillo, reduciéndola un poco al fuego. En Cuba y en algunos otros países de Hispanoamérica les place acompañarlo con salsas picantes, o alegrías (guindillas), etc. Pero continuo insistiendo que cuando se trata de un cochinillo de alta calidad y crianza, no necesita más que el sencillo procedimiento explicado al principio. En Mallorca, a los tostones les llaman lechonas, y su peso suele ser de unos 15 a 20 kilos. Se introduce el animal en el horno y se van turnando los asadores hasta que se asa, pues son muchas las horas que tarda en coger su punto de cochura, y más aún si le embuten algún relleno de carnes, frutas o verduras. En este caso, se puede llegar a necesitar hasta 24 horas de horno para que esté a punto.
Se suelen servir estas lechonas trinchándolas como si se tratase de un embutido, sirviéndolas en lonchas que se cortan a partir de la cabeza hasta el rabo, y aderezándolas con salsas, más bien fuertecitas, al estilo mallorquín.

ALTA PRESENTACIÓN DEL COCHINILLO ASADO
Es necesario no abrir el tostón de arriba abajo para el asado al estilo puramente castellano, sino solamente lo necesario para poder limpiarlo con el fin de que quede casi entero y en la posición como si estuviese vivo echado sobre sus patas. Una vez asado y bien acaramelada y brillante su piel, cuidando especialmente de que sus orejillas estén tiesas y su rabito ensortijado, se le pasa unas plumas o brocha con manteca derretida o ajo para barnizarlo, colocándolo sobre unas andas de madera, sobre las que se habrá puesto una gran bandeja metálica para el aditamento de unos costrones de pan frito, haciendo mosaico, y, entre las juntas, unas ramitas de tornillo salsero y espliego. Las andas pueden ser de madera oscura, y los brazos para que los cocineros los agarren pueden simular las patas o manos de una ternera. En el momento de ser presentado ante los comensales el tostón en andas y volandas, se le vuelca un chaparrón de ron, que prenderá al rociar al cochinillo, ardiendo también el tomillo, que desprenderá un aromático olor campestre.
Lo ideal es ofrecer este cochinillo partiéndolo con el borde de un plato, demostrando de esta manera su alta calidad y su perfecto punto de cochura. Son muchos los establecimientos en estas tierras castellanas que se han hecho famosos y donde el cochinillo constituye el plato de choque. Estos han sido: La Pinilla de Arévalo, el de Botín de Cuchilleros, y Cándido en Segovia, entre otros muchos.

26 noviembre, 2008

Bacalao

Lo que corrientemente se denomina bacalao son individuos de la especie Gadus morrhua después de eviscerados y curados. Esta especie no habita en nuestras costas. Lo que en los mercados se llama bacalao fresco son ejemplares de Merlangus pollachius.
El verdadero bacalao vive en el Atlántico norte, extendiéndose en la zona europea desde Francia hasta Noruega. Es rara su aparición por aguas cantábricas. Prefiere los mares fríos y en ellos las aguas profundas.
El nombre vasco de "makallu" es muy parecido al castellano. Según algunos el nombre bacalao procede de la isla de Bacalieu, sita cerca de Terranova. De esta palabra se derivarían no sólo "makallu" y bacalao sino también el danés "bakelau" y el holandés "baukaelja".
Para otros bacalao se deriva del gaélico "bachall"=pértiga, por secarse los bacalaos en grandes pértigas.
Cualquiera que sea la etimología de bacalao, el hecho cierto es que este pez ha llegado a tener una importancia económica de tal calibre que desde hace siglos constituye parte muy importante en la alimentación de los pueblos europeos. Por él y por las ballenas se han producido guerras y disputas, y durante siglos los diplomáticos han tenido que estar arreglando los constantes líos que se producían entre los pescadores de diversas nacionalidades.
El bacalao hasta hace pocos años se pescaba con anzuelo solamente y era preparado y curado en las tierras próximas a las aguas donde había sido capturado. Hoy se pesca mucho con redes y se prepara en instalaciones industrializadas.
Con el bacalao ha sucedido algo parecido a lo que ha pasado con chorizos, jamones, vinos, aguardientes, etc. La industria ha conseguido uniformidad en los productos a la vez que baratura, pero no han podido mantener la calidad que tenían los productos preparados en condiciones más naturales.
En la preparación industrial del bacalao interviene además del calor, frío y grado hidrotimétrico, la química. Los resultados económicos serán admirables pero los gastronómicos detestables. Un bacalao bien curado debe tener la carne blanca y flexible, la piel oscura y un olor "sui-generis" que lo debe de mantener a lo largo de las preparaciones culinarias.
Los pescadores vascos llevan capturándolo y consumiéndolo durante siglos. En la actualidad el bacalao está considerado en la mayoría de los países como manjar de segunda categoría; pero en nuestro País se prepara con una técnica particular que lo eleva de categoría y lo convierte en plato digno de las mejores mesas.
El problema culinario de convertir un pez cecial en plato suculento ha sido resuelto en nuestra tierra por dos procedimientos completamente diferentes.
Uno -rudo, tosco, bárbaro- es el empleado en la preparación de "zurrukutuna" y "ajo arriero". En este proceder se asan sobre las brasas los trozos del bacalao. Por la acción del calor, la sal que impregna al bacalao remueve la escasa agua que hay en las células. Momentáneamente los trozos se humedecen y reblandecen. En este estado es fácil quitar pieles y espinas a la vez que proceder al desmigado de las partes blancas. Se da un pase rápido por agua para quitar el exceso de sal. De esta forma el bacalao queda listo para su definitiva preparación.
Para el "ajo arriero" se rehoga el bacalao en un aceite en el que se han frito hasta dorarse abundantes ajos picados y rehogado pimientos pelados, tomates y guindillas.
Es un plato muy fuerte, pero de acusada singularidad. Este verdadero "ajo arriero" es muy diferente del afeminado "ajo arriero" que se sirve en muchos establecimientos, donde no solamente le quitan sabor sino que han llegado a producir un nefando concubinato con la langosta.
Este plato, en el campo, acompañado de un vino de grado de Murchante y buen pan macerado hecho con harina de la Bardenas además de su buen paladar representa muy bien a la brava Ribera.
Las "zurrukutunas" parten del mismo proceso de desalado y el bacalao, se prepara acompañado de tomate y pan de sopa. Hay varias recetas, todas ellas más suaves que las del "ajo arriero".
La segunda preparación del bacalao es lenta, suave y sabia. Creada en la costa es una de las glorias de nuestra cocina. El bacalao sufre una doble operación: el desalado y el temple. El mejor procedimiento para desalar es sumergir durante unas 18 horas el bacalao en un río o arroyo de aguas limpias.
Cuando nuestros ríos merecían el nombre de tales, y no eran sentinas como en la actualidad, podían muy bien emplearse para esta operación. Hoy tenemos que conformarnos con colocar el bacalao en grandes vasijas de agua fría y cambiar el agua cada 4 o 5 horas.
Después de esta permanencia en el agua las plasmolizadas células, ya sin sal, están en condiciones de recuperar mucha del agua que perdieron en las operaciones de curado.
Para templar los trozos de bacalao procederemos de la siguiente forma: colocaremos los trozos en un puchero con agua fría y lo pondremos al fuego de manera que la temperatura vaya subiendo de manera muy lenta. La temperatura del agua no debe sobrepasar los 65ºC para evitar que se estropee el bacalao. La operación de temple es la piedra de toque para conocer la calidad del bacalao. Si es de primera calidad saldrá de la operación blanco, gelatinoso y esponjoso. Si es un bacalao industrial en el que ha intervenido la química, tendremos entre manos una masa fibrosa y en este caso lo más recomendable es no seguir la preparación.
El bacalao puede estar en agua a unos 60ºC durante unos 45 o 60 minutos.
Hay una forma para el templado rápido que consiste en calentar el puchero con mayor rapidez hasta el momento en que aparece sobre la superficie del agua una espumilla.
Hay que vigilar mucho esta operación que solo está justificada por el ahorro de tiempo, pues si el agua llega a los 90ºC se pierden las preciadas gelatinas de la piel. Ya tenemos al bacalao listo para la última preparación. Reseñaremos la de la "vizcaína" en primer lugar por su excelencia y popularidad.
La salsa llamada "a la vizcaina" consiste esencialmente en un puré de cebollas y choriceros siendo la grasa empleada manteca y tocino. Generalmente se llama salsa " a la vizcaína" a las salsas rojas y con ello se comete un craso error.
Después de consultar varios libros y fórmulas sigo convencido -pese a las objeciones que se me han hecho - que en la salsa "a la vizcaína" el único elemento rojo que debe de intervenir es el choricero y no tomates ni pimientos morrones. La fórmula del viejo restaurante bilbaíno "El Amparo" es para mi opinión no solamente la más genuina sino también la mejor.
La preparación de esta forma es como sigue. Se pican cebollas no dulces y se cuecen lentamente en una cazuela con manteca. El añadir el aceite de oliva no es obligatorio.
Se puede añadir a este cocimiento un poco de perejil, jamón y pimienta. La operación debe de ser muy lenta para que no se caramelice el azúcar de la cebolla.
Al cabo de unas 3 horas la masa está muy reducida y se le añade agua hervida y se sigue hirviendo durante unas dos horas más. Se pasa por un colador fino y se le añade la pulpa de los choriceros -uno por tajada- y que han estado a remojo durante unas 12 horas. Se añade la yema de dos huevos cocidos, desleída en agua y algo de grasa de tocino. Se ponen en cazuela de barro las tajadas con la piel hacia arriba, sin amontonamientos, se añade el puré y se le da un hervor hasta que queda unificado el plato.
Esta operación debe de ser lenta.
Este plato mejora por recalentamiento. Parece que ello es debido a que en el tiempo que media entre la preparación y el recalentamiento se intensifica el cambio de sabores entre salsa y pescado. En los pescados frescos este intercambio es rápido, pero parece que las células del bacalao a pesar del temple son un poco inertes.
Existen por lo menos otras tres grandes recetas partiendo del bacalao templado de la manera descrita. Citaremos estas tres de neta cocina vasca.
El bacalao al "pil-pil" se reduce a poner las tajadas del bacalao en finísimo aceite de olivas y darles un tratamiento igual al de las angulas. El aceite debe de quedar transparente. Por su simplicidad exige que el bacalao sea de la mejor calidad ya que no existe salsa que pueda atenuar sus defectos.
Frecuentemente se confunde el bacalao al "pil-pil" con el bacalao ligado. La salsa se produce por un mecanismo análogo al de la producción de la salsa verde y que reseñamos en el capítulo dedicado a la merluza. En esta salsa hay que emplear agua donde se ha templado el bacalao, debido a que las tajadas a pesar del prolongado remojo, no tienen agua suficiente para producir emulsión.
Terminamos con la para mí más excelente fórmula de bacalao: el bacalao al Club Ranero. Esta receta aparece muy bien descrita en el libro de la marquesa de Parabere. Se trata de un bacalao ligado al que se une una fritada de pimiento verde, cebolla y tomate; muy bien hecha la fritada pero sin que se deshagan los componentes. Esta receta es creación del cocinero francés Caveriviere y aunque poco conocida y extraña en su origen, la incluimos en este repertorio por considerarla la culminación de la preparación del bacalao con procedimientos vascos.

Extracto del libro ALIMENTOS Y GUISOS EN LA COCINA VASCA de José María Busca Isusi, Monografía nº15 de la BIBLIOTECA VASCONGADA DE LOS AMIGOS DEL PAÍS (págs.107 a 112) y editado en San Sebastián en 1958.

01 octubre, 2008

III Jornadas Culturales Gastronómicas en Defensa nuestro Patrimonio Alimentario

Como en ediciones anteriores el día 6 de Octubre comenzaran las III Jornadas Culturales Gastronómicas en Defensa nuestro Patrimonio Alimentario que finalizaran el día 22 de Octubre. Las jornadas están organizadas por Slow Food Araba-Alava.
El evento se realizará los días 6, 7, 8, 13, 14, 15, 20, 21 y 22
Lugar: Aula de demostraciones Telletxea Aretoa de la Escuela Diocesana de Hosteleria de Mendizorrotza
Inicio de las sesisiones a las !9-30
Inscripciones: Hasta completar las plazas en el teléfono 675005753 de 9 a 14 horas.
Las demostraciones culinarias estarán dirigidas por:
Carmelo Bosque (Lilias Pastia)
Ismael Ferrer (I.S.S. Mar de Aragón)
Jose Manuel Moreno (Meson Galicia)
Juan Gil (Meson Erausquin)
Angel Fernandez de Retana (Mendizorrotzeko Eskola)
Aitor Basterra (Izaga)
Juanjo Martinez "Anemias" (Slow Food-go Sukaldaria)
Laura Muñoz (Urgora)
Asier Urbina (Ikea)
Iratxe Nájera (La cocina de Plágaro)
Fernando Etxebarri (Margoa)
Mikel Fiestras (La Huerta)
Leticia Plágaro (Sumiller nariz de Plata 2008)
Luis Angel Plágaro (La cocina de Plagaro).

Se espera como todos los años mucha participación.

29 agosto, 2008

Las pescadillas que se muerden la cola

El articulo que sigue, me ha parecido interesante y por ello lo transcribo.
Su autor D. Carlos Spinola, lo editó en el blog del
Grupo Gastronómico Gaditano (GGG), asociación, exenta de ánimo de lucro, que se forma para ensalzar y disfrutar la gastronomía en general y muy especialmente la gaditana a través de la restauración y el intercambio de conocimientos entre sus miembros y colaboradores.
Una labor encomiable la que hace esta asociacion. Ya tengo trabajo adicional de leer la infinidad de articulos, recetas, etc. que han publicado.

PESCADILLA, ENTRE PIJOTA Y PESCADA,




23 agosto, 2008

Comer es un placer

Articulo de opinión aparecido en la sección "Tribuna Abierta" de el "Diario Noticias de Alava" el 22-8-08 cuyo autor es Gabriel Mº Otalora

¿Qué actividad humana placentera y además es necesaria para seguir viviendo? Alimentarse.
Estupenda obligación natural revestida del placer que resulta aplacar el apetito de los que comemos todos los días, claro ¡Y encima, tres veces al día no es pecado!
Desde que nuestra especie pasó de comer frutos y raíces silvestres a manipular los alimentos, se puede hablar de comida como actividad específica: primero cazar y pescar, luego la preparación de los alimentos y el reunirse en grupo para comer juntos , saboreando la comida mientras se comparte el fruto del trabajo y los esfuerzos realizados. Todo está relacionado: la lucha por la supervivencia y la celebración festiva de lo conseguido con arreglo a los ritos culturales encargados de resaltar la importancia de reunirse en torno al sustento.
Comer es mucho más que un gesto por mantener la vida. El antropólogo Lévi-Strauss es de la opinión de que el alma de toda cultura se encuentra en el comer. De hecho, es la actividad que permite conocer la naturaleza de una sociedad, gracias a que la dimensión gastronómica resultante es amplísima, al abarcar lo étnico, lo religioso y lo familiar, tal es la fuerza evocadora que tiene para proporcionar vivencias íntimas.
Con todo, el placer de alimentarse lleva aparejado una vena de poder y una preocupación ancestral por la influencia de la comida en la salud. Un poder que nuestros antepasados buscaron en las cacerías, obsesionados por beber la sangre o comerse el corazón de sus presas con la esperanza de adquirir su fuerza o su astucia desde la firme creencia en las propiedades mágicas de ciertos alimentos. Además, siempre se ha utilizado el agasajo en la mesa como signo de poder, desde el momento que son pocos los han podido hacerlo, sobre todo en épocas de carestía.
En cuanto al nexo entre alimentación y salud, ya el Talmud advierte que la glotonería ha causado más muertes que el hambre, y la medicina griega de hace 2.000 años recogía relevantes recomendaciones dietéticas de la mano de Hipócrates. Teorías suyas como la importancia del papel de los alimentos en la influencia del temperamento han prevalecido en el pensamiento médico durante siglos.
Volviendo a la sensación placentera de comer, sus efectos trascienden lo gastronómico: es una experiencia tal, que hace brotar a su alrededor alegría, declaraciones de amor, refuerza amistades o hace negocios. Parece increíble, pues, la existencia de entes que pueden vivir a costa de despreciar los valores más sublimes de la ingesta. Entes sin paladar, multinacionales que promueven la cultura del comer sin fundamento.
Pero nos queda el recuerdo de J. B. Brillat Savarin, impulsor del concepto restaurant en tiempos donde sólo se jamaba de lo lindo dentro de algunas casas. Él es el mejor contrapunto al flagelo del fast food por su maestría en elevar el disfrute del buen comer a niveles insuperables: "En lo moral, es una resignación implícita a las órdenes del Creador que, habiéndonos ordenado comer para vivir, nos invita a hacerlo mediante el apetito, nos sostiene mediante el sabor y nos recompensa mediante el placer". Excelso.
La mayoría de nosotros, vascos opulentos y privilegiados del primer mundo, estamos con el gastrónomo francés que se horrorizaría con el avance planetario de la comida basura. Aquí es tan normal comer bien, que nos desencajamos de pena si no podemos disfrutar de una buena tripada por un simple catarro capaz de anular el gusto y el olfato (Brillat Savarin mantuvo que ambos son un único sentido).
Aunque, pensándolo bien, quizá podríamos estirar un poco más este maravilloso goce salido de la necesidad de alimentarse… ¿Por qué no situar al descomer como una ampliación natural del regalo placentero de la comida? Estaríamos hablando de dos placeres por el precio de uno. Eso sí, por tiempos.

22 julio, 2008

Visita al Valle Salado de Salinas de Añana (Alava)


Por error puse esta visita en esta sección, ahora la transfiero al lugar que le corresponde "Comentarios sobre eventos gastronómicos".
Pongo esta nota para los que la hayan visto aquí, la puedan seguir viendo en su sección.
Perdonen los inconvenientes

24 junio, 2008

Arroz, su lado mitologico Hindú

Según la religión Budista esto sucedió y nació el arroz:
Batara-Guru, Ilamado propiamente Siva, el dios superior, formó una doncella tan hermosa que le puso por nombre Retna-Dumila (joya radiante), y deslumbrado por su hermosura quiso casarse con ella. Los dioses aprobaron en consejo tal unión, pero Retna-Dumila impuso a Batara-Guru tres condiciones para aceptarla, figurando entre ellas la de que le presentara un manjar que nunca le causara hastío. Ningu­no hallo el enamorado pretendiente que con el tiempo no produjera este efecto a su amada, y desconfiando de su poder divino envió a la tierra a su favorito Kala-Gumarang. Pero este, en vez de buscar el manjar deseado, se dedicó a hacer la corte a Dewi-Sri, esposa del dios Vishnu, que, molesta por sus impertinencias, le convirtió en jabalí. Batara-Guru, cansado de esperar, quiso a la fuerza casarse con la bella Retna-Dumila, que murió en tal instante. Prabu-Makukuwan, príncipe de Mendang-Kamulan, encargado de guardar su fosa, observe) que de ella brotaba, a los cuarenta días, un extraño resplandor y después una planta desconocida. Entonces Batara-Guru dijo al guardián: "En esta planta vive el espíritu de Retna-Dumila. Lo que ha nacido de su ombligo se llama padi, arroz. Reparte las semillas entre los hombres, porque en lo sucesivo les procurara su alimento': Cumplió el príncipe la orden, y los primeros que pidieron semillas fueron Djaka-Puring y Kjai-Tuwa, venerados después como fundadores del cultivo del arroz. Dewi-Sri, que seguía importunada por las pretensiones de Kala-Gumarang, a pesar de ser transformado en jabalí, consiguió de los dioses seguir la suerte de la doncella Retna-Dumila, y de su tumba brotó la misma planta. Batara-Guru mando que desde entonces el arroz se cul­tivara dentro del agua. El príncipe Prabu-Makukuwan paseando un día por un campo sembrado de arroz vio una gran serpiente que se convertía en bellísima mujer; era Dewi-Sri que se había encarnado en el cuerpo de la esposa del príncipe y en el de este hizo lo propio el espíritu de Vishnu, esposo de Dewi-Sri. Ellos fueron los que enseñaron a los hombres el cultivo del arroz y los sacrificios que deben hacer a los dioses para conseguir una buena cosecha.

Bibliografía, Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Espasa Calpe, Vol VI

19 junio, 2008

Leonardo Da Vinci en las cocinas

Releyendo artículos de la desaparecida revista Archigula, me he vuelto a interesar por lo escrito en el Codex Romanoff por Leonardo da Vinci.
Me parece tan interesante y tan rompedor (para la época) el paso del gran Leonardo da Vinci por los fogones de Las Tres Ranas (establecimiento regentado Por Sandro Bottticelii y el mismo Da Vinci), Los tres caracoles y por los de su mentor Ludovico Sforza, que os voy a transcribir todo el articulo que apareció en el numero 9 de la citada revista, la fuente del articulo esta extractada del libro, Notas de cocina de Leonardo Da vinci, editado en 1996, como lo especifica la revista al final del articulo.
Actualmente el titulo de la edición de 2005 es “Notas de Cocina de Leonardo Da Vinci: la afición desconocida de un genio” está editado por Temas de Hoy con ISBN 13: 978-84-8460-493-8 ISBN 10: 84-8460-493-4. Libro que todo amante de la cocina y de “Nuevas” técnicas debería leer.
El libro cuenta con muchos diseños de los “inventos e innovaciones” del Maestro Da Vinci fotocopiados.

INGENIOS DE MAZAPAN, GENIO, ARTE Y SABOR
Leonardo Da Vinci

Las anotaciones sobre cocina que hizo Leonardo y que han sido reunidas en el Codex Romanoff no se limitan, ni mucho menos, a los alimentos y platos corrientes en su tiempo. Parece haber tomado nota, un poco al azar, de todas las cosas que le interesaban. Las recetas no son obra suya,
excepto cuando se dedica a defender la causa, totalmente perdida, de su nouveIIe cuisine. Pero donde se muestra más ingenioso en sus observaciones sobre los hábitos alimenticios: y, sobre todo, en los aparatos y técnicas que inventa para perfeccionar las cocinas.

Leonardo basó su Nouvelle Cuisine en la desaprobacion de las enormes bandejas de huesos de vaca que se servían en las mesas de la época y en su predilección por el agradable aspecto de cualquier plato de verduras que él pudiera crear como alternativa.
Los primeros intentos, como los que ofrecía a los parroquianos de la taberna de Los Tres Caracoles en Florencia, se limitaban a disponer cuidadosamente hojas de albahaca de idéntico tamaño, pegadas con gelatina de ternera, sobre rodajas del pan negro local.
Cuando los clientes se quejaban de que el plato que les habían servido no constituía alimento suficiente para unos trabajadores, Leonardo ponía delgadas rodajas de salchicha blanca de Bolonia entre el pan y las hojas de albahaca, y cuando los mismos clientes argüían que esto aún no podía considerarse una comida decente, Leonardo simplemente colocaba muchas más rodajas de salchicha adornadas con albahaca sobre trozos más grandes de pan negro. Pero esto seguía sin ser suficiente para complacer a los clientes, y Leonardo se libró por los pelos de morir pisoteado por ellos cuando sencillo invadieron su cocina reclamando un plato más sólido.

De Profesión Pastelero

En 1482, Leonardo viaja a Milán con su amigo Atalante Migliorotti, el músico, llevando una carta de presentación de Lorenzo de Medici para El Moro, pero escrita por él mismo:
"No tengo par en la fabricación de puentes, fortificaciones, catapultas y otros muchos dispositivos
secretos que no me atrevo a confiar en este papel. Mis pinturas y esculturas pueden compararse ventajosamente a las de cualquier otro artista. Soy maestro en contar acertijos y atar nudos. Y hago pasteles que no tienen igual".
Ludovico Sforza se siente intrigado cuando lee esta modesta auto presentación. Le concede audiencia, y queda tan impresionado que Leonardo abandona la sala de audiencias como consejero de fortificaciones de El Moro y maestro de festejos y banquetes de la corte de los Sforza.
Al fin le parece que es alguien, no un simple artista y escritor de poca monta. Tiene sus propios servidores, su propio taller, y a su alrededor se mueve la gran corte de Milán: cortesanos, consejeros, soldados de fortuna, representantes de potencias extranjeras y sabios famosos.
Con una carta ha cambiado toda su vida. Es entonces cuando empieza a escribir las anotaciones de sus cuadernos que forman el Codex Romanoff.
Y, sin embargo, al principio Ludovico sólo emplea a Leonardo para entretener las sobremesas, tocando el laúd, cantando, proponiendo acertijos, enigmas y bromas, o enseñando nudos a la corte. Parece no tener ningún interés en los diseños para fortificaciones que Leonardo le presenta; y cuando éste, dándose cuenta del gusto de su patrón por los placeres sensuales de la vida, recurre a construir modelos de sus proyectos de fortificaciones con azúcar y gelatinas temblorosas, corren la misma suerte que las que realizó en mazapán para Lorenzo de Medici. Nunca sabremos cuántos de los diseños de Leonardo no vieron nunca la luz por culpa de este destino.

El Banquete de Bodas

Es cierto que Leonardo se las ingenia para ocuparse de otros asuntos más dignos de su inteligencia. De mala gana se pone a pintar los retratos de algunas damas de la corte, empezando muchos pero acabando muy pocos. Trabaja duramente en una estatua del padre de Ludovico, una escultura ecuestre de cuatro veces el tamaño natural. Y cuando va a celebrarse un banquete muy especial, con motivo de la boda de una sobrina de los Sforza, aprovecha la oportunidad para sacar a la luz de nuevo las recetas que tan desastrosos resultados le dieron en Florencia. Presenta a Ludovico su propuesta de menú para la ocasión. Cada comensal, explica Leonardo al incrédulo Ludovico, tendrá ante sí una fuente que contenga:
Una anchoa enrollada descansando sobre una rebanada de nabo tallada a semejanza de una rana.
Otra anchoa enroscada alrededor de un brote de col.
Una zanahoria, bellamente tallada.
El corazón de una alcachofa.
Dos mitades de pepinillo sobre una hoja de lechuga.
La pechuga de una curruca.
El huevo de un avefría.
Los testículos de un cordero con crema fría.
La pata de una rana sobre una hoja de diente de león.
La pezuña de una oveja hervida, deshuesada.
Como era de esperar, ésta no es en absoluto la comida que Ludovico tiene en mente. Le explica con tacto a Leonardo que no es la clase de banquete que los Sforza acostumbran a ofrecer a sus invitados, ni tampoco la clase de banquete que los invitados de los Sforza estarían dispuestos a probar, tras haber recorrido cientos de millas, al final de su penoso viaje. Por los libros de contabilidad de los Sforza sabemos lo que Ludovico encargó a Leonardo en su lugar:
600 salchichas de sesos de cerdo de Bolonia.
300 zampone (patas de cerdo rellenas) de Módena.
1.200 pasteles redondos de Ferrara.
200 terneras, capones y gansos.
60 pavos reales, cisnes y garzas reales.
Un mazapán de Siena.
Queso de Gorgonzola que ha de llevar el sello de la Cofradía de Maestros Queseros.
La carne picada de Monza.
2.000 ostras de Venecia.
Macarrones de Génova,
Esturión en bastante cantidad.
Trufas.
Puré de nabos.
Este tipo de ingredientes iban a ser de rigor en todos los banquetes que posteriormente Leonardo tuvo que organizar para Ludovico.
Pero, al menos ahora, Ludovico estaba al corriente del interés de Leonardo por la comida, por excéntrico que le pareciera, y poco tiempo después le pide que realice un nuevo proyecto para las cocinas del Castello, el gran Palacio Sforza en el centro de Milán.
Desde ese momento, y durante el siguiente año y medio, Ludovico y los cientos de personas que componen su corte y que viven en el Palacio no alcanzan a comprender lo que se les ha venido encima.
Inmediatamente Leonardo elabora una lista de las que -según él- son las necesidades principales de una cocina:
En primer lugar, es necesaria una fuente de fuego constante. Además una provisión constante de agua hirviente.
Después un suelo que esté por siempre limpio.
También aparatos para limpiar, moler, rebanar, pelar y cortar. Además, un ingenio para apartar de la cocina los tufos y hedores y ennoblecerla así con un ambiente dulce y fragante. Y también música, pues los hombres trabajan mejor y más alegremente allí donde hay música.
Y, por último, un ingenio para eliminar las ranas de los barriles de agua de beber.
Tras esto, Leonardo se sienta en su enorme taller donde habitualmente se construyen los escenarios para las diversiones en el Castello, y comienza a inventar.
Sabemos todo esto por la relación de Matteo Bandelli, que ostenta el extraño cargo de novelista de la corte.

Menaje Básico de cocina

Leonardo empieza por las cosas más básicas, Se pregunta si un tronco de una forma y longitud determinadas arderá mejor y proporcionará más calor que otro cualquiera. Se pasa días estudiando los fuegos, quemando diferentes troncos, anotando el tiempo que tarda cada uno en quemarse y midiendo la cantidad de calor que desprende. Pero, finalmente, llega a la conclusión de que lo importante es la cantidad de troncos, tengan la forma que tengan, e inventa una cinta transportadora que los lleva, una vez cortados por una sierra circular dispuesta fuera de las cocinas, directamente junto a los fuegos; de esta manera, afirma, ya no es necesaria la presencia de una persona encargada de la leña en la cocina (pero pasa por alto a los otros cuatro hombres y los ocho caballos que manejan y mueven la sierra circular en el exterior).
Diseña también un asador automático con la intención de quitar a un miembro del personal de la cocina la obligación de pasarse el día entero dando vueltas a un espetón sobre el fuego. Una hélice instalada en el interior de la chimenea, sobre el fuego, es impulsada por la corriente ascendente de aire caliente y está conectada a unos engranajes que hacen girar el espetón.
"El asado girará lento o rápido en razón de que el fuego sea pequeño o fuerte", escribió Leonardo al pie del diseño de este asador (en el Codex Atlanticus, y también existe un modelo en funcionamiento que se exhibe en el Museo della Scienza e della Tecnica de Milán). Para su "provisión constante de agua hirviente", Leonardo idea un calentador de agua alimentado con carbón -una larga serie de tubos metálicos enroscados que había que rellenar continuamente y que se colocaban sobre las cenizas del fuego-o No está completamente seguro de que éste fuera tan eficaz como la vieja mujer que normalmente mantenía los pucheros hirviendo sobre el fuego, pero expresa a Matteo Bandelli la convicción de que su diseño está más de acuerdo con la época ilustrada que le ha tocado vivir.

Limpia, Pica y da Esplendor

El "suelo que esté por siempre limpio" se consigue con dos bueyes enganchados a un cepillo giratorio de un metro y medio de diámetro y dos metros y medio de ancho, con una pala detrás para recoger lo reunido por el cepillo. Ocupa más
espacio que el viejo de la escoba que estaba antes a cargo de esta tarea, pero resultaba sin duda más eficaz.
Leonardo tiene la intención de accionar sus "dispositivos para limpiar, picar, etc." en parte con una gran noria que quiere construir en un 'extremo de su cocina y en parte con la fuerza de los caballos. Su ingenio más descomunal, la picadora de vacas (sus diseños para esta máquina se encuentran tanto en la Biblioteca del Vaticano como en la colección de la Reina de Inglaterra en el Castillo de Windsor, aunque se cree que uno de ellos podría ser obra de un discípulo), parece precisar un pequeño ejército de hombres para ponerla en funcionamiento y el mismo número de caballos y, según parece, cuenta con toda una serie de accesorios muy parecidos a los de las máquinas mezcladoras de la actualidad para picar cerdos y otros animales pequeños.
y entre los ingenios de Leonardo se encuentra también una máquina rebanadora de pan accionada con aire, que corta las rebanadas y luego las ensarta en largas cañas.
Es dos veces más grande que el horno de pan ya existente en las viejas cocinas del Castello, y Leonardo advierte que la Armería contigua al edificio habrá de ser ocupada cuando comiencen las obras de reconstrucción. También comunica a Ludovico que para su programa de ampliación de las cocinas tendrá necesidad de casi la mitad del Gran Comedor del Castello, de los establos contiguos y de los seis aposentos que ocupa la madre de Ludovico, y que Leonardo quiere transformar en una combinación de almacén de verduras y matadero.

Con los cinco sentidos

Para la música en sus cocinas Leonardo tiene la intención de utilizar los tambores mecánicos con manivelas de mano que ya ha inventado y fabricado; acompañados por tres músicos que toquen un instrumento que está proyectando inventar y que él llama "órgano de boca".
Su "ingenio para apartar de la cocina los tufos y hedores" consiste simplemente en unos grandes fuelles fijados a los techos y accionados mediante un mecanismo ascendente de martillos conectados a una manivela movida por un caballo.
Y su "ingenio para eliminar las ranas de los barriles de agua de beber" es una sencilla trampa de muelle que, al saltar una rana sobre ella, descarga sobre su cabeza una serie de golpes de martillo hasta que -se supone- la rana queda inconsciente y por tanto no es capaz de saltar al interior del barril de agua de beber.
Hay además otro accesorio revolucionario al que no se ha referido en el primer memorandum: un ingenioso sistema de lluvia artificial dispuesto a empapar todo en caso de incendio.
De modo que Leonardo inventa todos estos dispositivos para su nueva cocina; lo cual no quiere decir que todos ellos vayan a funcionar a la perfección, o tan siquiera funcionar. Leonardo siempre fue mucho más fuerte en la teoría que en la práctica.
Muy pronto, la tensión de tener que pensar al mismo tiempo en los platos que servirán en la "noche del estreno" resulta demasiado apremiante como para que Leonardo sea capaz de concentrarse en la pintura, que aparta, como tantas obras suyas, para "otro día", y se pone a trabajar en sus menús. Sabe que Ludovico no se va a contentar con unas cuantas bonitas zanahorias, y que tiene que utilizar alimentos milaneses tradicionales; así que se pone a diseñar grandes pasteles y a probar innumerables salsas, convoca a los mejores fabricantes de salchichas,
contrata a los mejores trinchado res y, finalmente, llega el día en que proclama que sus nuevas cocinas están listas para preparar comidas.
Como quiere ser fiel a sí mismo y a sus ideas culinarias, ha solicitado que a las once horas, al comienzo de la comida, se sirva a cada comensal una gran remolacha tallada, a imitación de la cara fácilmente reconocible de Ludovico, sobre dos hojas de lechuga. Ha tenido que hacer frente a un intento de sublevación en las cocinas, pues a los cocineros no les parece que entre sus obligaciones se encuentre la de tallar las verduras que preparan, y Leonardo se ha visto obligado a llamar a todos los artistas y escultores de Milán para realizar esta tarea. Así que su presencia aumenta la confusión que reina en las cocinas.

La Prueba de Fuego

En el informe que remite mensualmente a la Signoria de Florencia, Sabba da Castiglione, el embajador florentino en la corte de los Sforza, describe la escena:
"La cocina del maestro Leonardo es un gran caos. El señor Ludovico me ha dicho que el esfuerzo de los últimos meses se había hecho con la intención de economizar esfuerzos humanos; pero' ahora, en lugar de los veinte cocineros antes empleados, las personas que se apiñan en este lugar llegan casi al centenar, y ninguno de los que yo pude ver estaba cocinando, sino que todos estaban atareados con los grandes dispositivos que ocupaban todo el suelo y los muros, ninguno de los cuales parecía comportarse de manera útil o para la tarea que fue creado.
En un extremo del recinto una gran noria, empujada por una furiosa cascada, vomitaba y rociaba con sus aguas a todos los que pasaban por debajo, y había transformado el suelo en un lago.
Fuelles gigantescos, cada uno de tres metros y medio de largo, colgaban de los techos, siseando y rugiendo con el propósito de limpiar los humos de los fuegos, pero todo lo que lograban era avivar las llamas, en perjuicio de aquellos que debían estar cerca del fuego.
Tan peligrosas eran las errantes llamas que una multitud de hombres armados de cubos se afanaban en tratar de dominarlas, aún cuando otras aguas brotaban en chorros de cada rincón de los techos.
y en este catastrófico lugar se paseaban por todas partes caballos y bueyes, algunos dando vueltas y más vueltas, y otros arrastrando los ingenios para limpiar los suelos del maestro Leonardo; realizando sus tareas con denuedo, pero también seguidos de otro gran ejército de hombres para limpiar las suciedades de los caballos.
En otro lugar vi la gran picadora de vacas estropeada, con media vaca todavía hincada y asomando por fuera, y hombres con palancas intentando sacarla de allí. Y aún en otro lugar el ingenio continuo de troncos y leña del maestro Leonardo arrojando suministro dentro de la habitación y que no podía ser detenido; de manera que en lugar de los dos hombres que llevaban los troncos al fuego como antes se acostumbraba, ahora había que emplear a diez para sacarlos.
Los gritos que habíamos oído los proferían pobres desdichados que estaban abrasándose o ahogándose o asfixiándose; y se sumaban las explosiones, de la pólvora que el maestro Leonardo se empeñó en utilizar para prender sus fuegos sin llama; y, como si este estruendo no resultara suficiente, aún se combinaba con la música de sus tambores que redoblaban, aunque los que tocaban los órganos de boca creo que se habían ahogado".
El resultado del proyecto devuelve a Leonardo a sus pinceles, a los retratos de damas y las esculturas de mazapán, pero su ingenio es irrefrenable y las notas, diseños y comentarios se multiplican en sus cuadernos.

Prologo de la Servilleta

La justificación de algunos de los inventos es un descubridor reflejo de los usos del momento:
"La costumbre de mi señor Ludovico de amarrar conejos adornados con cintas a las sillas de los convidados a su mesa, de manera que puedan limpiarse las manos impregnadas de grasa sobre los lomos de las bestias, se me antoja impropia del tiempo y la época en que vivimos. Además, cuando se recogen las bestias tras el banquete y se llevan al lavadero, su hedor impregna las demás ropas con las que se los lava.
Tampoco apruebo la costumbre de mi señor de limpiar su cuchillo en los faldones de sus vecinos de mesa.
¿Por qué no puede, como las demás personas de su corte, limpiarlo en el mantel dispuesto con ese propósito?"
Y así presentó en la mesa su solución a ello, que consistía en un paño individual dispuesto sobre la mesa frente a cada invitado destinado a ser manchado, en sustitución del mantel. Pero con gran inquietud del maestro Leonardo, nadie sabía cómo utilizarlo o qué hacer con él. Algunos se dispusieron a sentarse sobre él. Otros se sirvieron de él para sonarse las narices. Otros se lo arrojaban como por juego. Otros, aun envolvían en él las viandas que ocultaban en sus bolsillos y faltriqueras, y cuando hubo acabado la comida, y el mantel principal quedó ensuciado como en ocasiones anteriores, el maestro Leonardo confió al embajador florentino su desesperanza de que su invención lograra establecerse.

Revolución de los Banquetes

"Mi señor desdeña las comidas sencillas que yo le ofrezco para sus festines y prefiere en verdad sus platos bárbaros. Es mi obligación hacer todo lo que pueda para aderezarlos: plantas de dulce olor y libélulas y fuentes por doquier; el sonido de los grillos desde fuera; agua de rosas para las manos de sus comensales y polvo de oro para los nabos; estatuas de mazapán del más claro y pasteles con peanas; gelatinas coloreadas en forma de palacios; músicos con trompetas y timbales, y avestruces que se pasean ociosamente. Con gusto cambiaría yo todo esto por ver siquiera en su mesa un pequeño plato como los por mí propuestos".
Las máquinas que aún he de diseñar para mis cocinas:
Una para desplumar patos.
Una para cortar cerdos en taquitos.
Una para amasar.
Una para moler cerdos.
Una para prensar ovejas.
Más, ¿cómo las haré funcionar? ¿Por viento o por agua? ¿Por ruedas dentadas y manivelas? ¿Por la fuerza de los bueyes y los campesinos?

Tapaderas para los pucheros

En cada ocasión en que el puchero deba ponerse sobre el fuego, es necesario cubrirlo con un lienzo húmedo que ha de cambiarse con frecuencia para evitar que el humo del fuego se confunda con el contenido del puchero y altere su gusto. Así ha sido durante cientos de años. Ahora me pregunto, ¿no podría diseñarse una cubierta permanente para el puchero que fuera tan indestructible como el mismo puchero, que siempre estuviera pronta para el uso y que no precisara cambiarse? Haré un diseño.
Mi buen Bernardo, a quien he hablado de mi diseño de tapaderas para los pucheros, me ha dicho que en verdad todos los pucheros de mi señor tienen ya dichas tapaderas, y que siempre las han tenido, mas que por muchos años los pinches de las cocinas las han destinado a otros usos, y ahora, para perjuicio de todos los que cocinan, yacen deformadas junto a los muros del castillo donde cada noche estos pinches se reúnen para golpearlas con gran ruido y danzar al ritmo de ésta por ellos llamada música. Basta ya: cada pinche devolverá su tapa so pena de no trabajar nunca más en estas cocinas.

De las posibilidades del cucuruchu

Me pregunto si ciertos alimentos podrían servirse y comerse en el interior de un cucurucho. La sopa, en lugar de derramarse sobre tablas de madera, como es costumbre en la mesa de mi señor Ludovico, mejoraría de servirse en un tal recipiente, y también la mesa. Mas, ¿con qué sustancia habría de fabricarse el cucurucho? ¿Con mazapán? ¿Con polenta? ¿O habría de ser de madera?
Por su gusto, por su memoria infantil, sin duda habría elegido el mazapán, aquel que aprendió a modelar en el gozoso obrador de su padrastro Accatabriga y a secar bajo el sol de la Toscana, mientras en su otro hogar, en Florencia con su padre, se sometía a la disciplina de Verrocchio, a los lienzos, los pinceles y los castigos por crapulando, o sea, por tragón.

Notas de cocina de Leonardo da Vinci
EDICIÓN DE SHELAGH y JONATHAN ROUTH
Temas de Hoy 1996
El Códice Romanoff, la presente recopilación de notas inéditas de Leonardo, referidas a su curiosidad y su creación en torno a la cocina, la mesa y las costumbres gastronómicas de su tiempo, es una broma perfectamente urdida, uno de los juegos editoriales más simpáticos de la literatura gastronómica, casi a la altura de un genio como Da Vinci.
Ilustraciones:
Leonardo da Vinci: Codex Romanof

10 junio, 2008

Quesos, procesos de fabricación del

Lo que sigue ha sido extraido del libro "Guia de los quesos" escrito por Sandy Carr. ISBN 8475836976. En mi opinion es un libro interesante para tener una vision global de los quesos que se producen en el Mundo.

La formula aparentemente sencilla, que regula la conversión de la leche en queso tiene unas posibilidades casi infinitas, y el tipo de queso obtenido depende en parte de la propia leche que se utilice y en parte del proceso seguido por el quesero que lo elabora.
Ya en el momento que se ordeña al animal hay toda una serie de factores que determinan en parte el tipo de queso que puede obtener­se de esa leche. El alimento ingerido por el animal —desde hierba fresca a pienso artificial, pasando por arbustos, heno, granos o mez­clas— influye en el aspecto y el sabor de la leche. El clima local e incluso los microorganismos presentes en el aire del lugar donde se realiza el ordeño también influyen. Por supuesto es muy importante la especie del animal del que se extrae la leche —puede ser vaca, oveja, cabra, búfala, camella, yak o vaca del Tibet, cebú o reno— y cada una producirá un determinado tipo de queso. Cada queso será el resultado de una combinación original y única de todos estos facto­res que actúan ya desde mucho antes de que intervenga la mano del hombre. Esto explica la dificultad de reproducir determinadas varie­dades de queso fuera de su lugar de origen y el porque los expertos catadores pueden identificar no solo la zona, sino incluso la granja productora de un queso determinado, sobre todo si este está elabora­do con leche sin pasteurizar.
La pasteurización es una especie de esterilización parcial de la le­che que elimina las bacterias potencialmente nocivas que esta con­tiene y hace posible la mezcla de leches de diferentes animales, para obtener las cantidades que necesita la moderna industria quesera para funcionar a gran escala. Frente a esto, algunos expertos catado­res y gourmets argumentan que el proceso destruye muchas de las características de cada queso y hace que este sea sanitariamente per­fecto pero insulso de sabor e igual a otros. Algo parecido ocurre con la gran industria elaboradora de vinos de mesa, que obtiene un caldo uni­forme y aceptable de uvas muy diferentes por medio de un proceso químico, que quita originalidad y personalidad y lo distingue de los vinos caseros elaborados por cada cosechero. Sin embargo, la mayor parte del queso de vaca que se fabrica actualmente en el mundo proce­de de leches pasteurizadas, proceso al que no se suele someter a las le­ches de oveja o de cabra. Algunos países, como Estados Unidos o Dinamarca, han prohibido la fabricación de queso a partir de leches sin pasteurizar, lo que impide la elaboración de sabrosas variedades apre­ciadas por los gastrónomos. Y esta prohibición ya no se justifica desde el punto de vista sanitario, puesto que actualmente cualquier lechería moderna puede garantizar la higiene de un queso hecho con leche sin pasteurizar, pero sometido a todos los controles sanitarios, cosa im­pensable no hace mucho tiempo. Además la mayor parte de los micro­organismos patógenos que contiene la leche natural se destruyen o transforman durante el propio proceso de elaboración del queso.
Los principios básicos del proceso de transformación de la leche en queso son idénticos para todas las variedades de este producto y consisten en la eliminación del agua contenida en la leche, dejando los elementos sólidos que esta contiene (grasa, proteínas, vitaminas, etc.). Simplificando los diferentes pasos de un proceso complicado, estos pueden resumirse en los siguientes: coagulación de la leche, tratamiento de la cuajada, moldeado, prensado y acabado para su maduración. En cada uno de estos grandes pasos pueden introducirse multitud de variaciones que influirán en el tipo de queso que se ob­tiene al final de todo el proceso.

COAGULACION DE LA LECHE
Cada quesero decide el tipo de leche que usara para fabricar su producto. Puede utilizar leche procedente del ordeño de la mañana, del de la tarde o una mezcla de ambos. Quizá estime conveniente uti­lizar leche parcial o totalmente descremada, o por el contrario le aña­da grasa extra. En ese momento también podía añadir a la mezcla algún colorante (por ejemplo, el annatto o semilla de bijol), polvos de esporas de hongos (como el Penicillium roqueforti, que producirá las venillas azul-verdosas características del queso de Roquefort), o acido propionico para estimular la formación de agujeros u ojos en el producto resultante. Después se calienta toda la mezcla hasta una temperatura uniforme (que varía según cada tipo de queso) y se la deja cuajar (que es una especie de fermentación), ayudándola o esti­mulando dicho proceso por medio de un acelerador (que suele ser un cultivo especial de leche ya cuajada con una alta concentración de acido láctico). Desde este momento hasta que, en un paso posterior del proceso, se le añada la sal, el nivel de acidez del suero ira subien­do gradualmente. Esta subida es controlada paso a paso por el quese­ro, que decidirá cuando es suficiente para continuar con otra fase del proceso general. Algunos quesos cuajan utilizando exclusivamente acido láctico; reciben el nombre de quesos de cuajada Medea o de cuajada acida. Otros requieren para su fermentación la presencia del cuajo, enzima digestiva que se extrae del estomago de un ternero o de un corderillo. Cuando el nivel de acidez y la temperatura son las adecuadas (depende de cada tipo de queso) se añade el cuajo a la mezcla y se produce una reacción química en la leche que ocasiona la separación de la cuajada del suero. Pueden usarse simultáneamente, además del cuajo, otras sustancias que ayudan a la consolidación de este proceso, como el jugo extraído de las hojas de higuera, semillas de cardos, cartamo o alazor, melón y galio, este ultimo llamado también cuajaleche. Hay quesos que no llevan cuajos animales, sino vegetales, del tipo de los mencionados, como son muchos quesos portugueses, el kosher o queso judío y numerosos quesos asiáticos consumidos por personas cuyas creencias religiosas les impiden co­mer los fabricados con cuajo animal. Los vegetarianos estrictos también prefieren consumir solo quesos elaborados con cuajos vegetales. Una vez añadido el cuajo o cuajos, la mezcla de leche se va espesando paulatinamente hasta formar una masa de consistencia cremosa, que recibe el nombre de cuajada.

TRATAMIENTO DE LA CUAJADA
Una vez que la cuajada adquiere la consistencia adecuada, se la corta en trozos y se la separa del suero, dejando que este se vaya es­curriendo poco a poco. El tamaño y profundidad de los cortes hechos en la superficie de la cuajada, el método usado para realizarlos y el tiempo que transcurre hasta la eliminación del suero, determina el grado de humedad del producto resultante y es lo que da la blandura o la dureza del queso. Para obtener quesos blandos, la cuajada se cor­ta moderadamente y se vierte en moldes para que vaya desaguando el suero poco a poco. Por el contrario, si lo que se desea es fabricar un queso duro, la cuajada se corta horizontal y verticalmente hasta el fondo, de forma que quede desmenuzada en pequeños trozos, o se araña y se revuelve con una especie de rastrillo para obtener partículas, de pequeño tamaño. El suero se deja correr y se elimina rápidamente, repitiendo una y otra vez la operación de cortado y/o arañado en la cuajada (pitched en ingles) o apilando un trozo sobre otro (cheddared), de forma que la presión contribuya al rápido desagüe del suero. A veces, para obtener quesos superduros, se suele cocer la cuajada en el suero, dentro de la misma cuba donde se realiza todo el proceso, y en los semiduros se calienta la mezcla solo hasta una temperatura moderada, escaldando la cuajada, más que cociéndola. A algunas variedades de queso se les añade, durante esta fase de calentamiento o cocción, hierbas, especies o vino.
Otra forma especial de tratar la cuajada es la realizada para la elaboración de varios quesos italianos que reciben el nombre de past filata: una vez drenado el suero de la cuajada, esta se sumerge en agua caliente hasta que se vuelve suave y dúctil, siendo luego estirada y amasada hasta que adquiere las consistencia adecuada. Por su parte, el suero separado de la cuajada se calienta para aprovechar la proteína y las grasas residuales de la leche y se usa para fabricar otro tipo de quesos como el Ricotta, el Mysost y el Broccio. Otro quesos, como el Sapsago, son aún variedades más raras y se obtiene calentando leche entera o descremada en un largo proceso. Casi todos estos tipos de quesos especiales suelen usarse predominantemente en cocina.

MOLDEADO, PRENSADO Y ACABADO
Al llegar a esta fase, el proceso de fabricación del queso se diversifica, a la vez que comienzan a aparecer las diferencias visuales mas obvias que distinguen a unos quesos de otros. Las cuajadas ya dispuestas para convertirse en quesos son vertidas por diversos métodos dentro de una gama muy amplia de moldes perforados, para completar su drenaje y en los que acaba de desaguar el poco suero que le queda. Los moldes pueden ser cilindros de acero inoxidable, cuenco de madera, cestillos de mimbre o cualquier otro tipo de envases. La cuajadas pueden ir tomando forma dentro del molde por su propio peso o pueden ser prensadas con más o menos fuerza para activar el proceso de moldeado. También es posible sacar la cuajada del molde, envolverla en un paño y moldearla a mano.
A continuación, el queso suele sufrir otras transformaciones en su aspecto extremo, que constituyen su acabado, y garantizan tanto la decoración como su conservación. Los quesos pueden ser sumergidos en una solución salina o salmuera para que se empapen adecuadamente, fajados o envueltos con tela, encerados, rociados con sprays que contengan esporas de hongos, o ser expuestos a la acción de bacterias que sean características de la variedad de queso de que se trate y configuren su aspecto externo. También pueden ser lavados con agua, salmuera o alguna bebida alcohólica, como vino o cerveza; ahumados, quemados en su parte exterior sobre cenizas o usando hierbas que los aromaticen; pintados; conservados en aceite; dejados tal cual, para que tomen del medio ambiente su propio aspecto final.

MADURACION
Es la ultima fase critica del proceso de elaboración del queso y la duración varía según el tipo de este, oscilando entre las aproximadamente cuatro semanas que tarda un queso blando del tipo Camembert en madurar, hasta los dos o tres años que requiere otro duro, de tipo Parmesano, por ejemplo; los quesos llamados frescos, por su parte, no necesitan madurar. Como este es un proceso natural, el tiempo de maduración de un queso puede variar considerablemente, de uno a otro, aun tratándose de dos piezas del mismo tipo, por lo que es muy necesario mantener un control del proceso por medio de expertos que saben las cualidades que debe tener cada variedad de queso para estar “en su punto”, listo para ser degustado, y que inclu­ye un determinado color, aspecto de la superficie, textura, aroma e incluso el sonido de la pieza examinada por los “catadores” . Estos suelen utilizar en algunos casos unos pequeños cilindros metálicos tipo aguja, largos y delgados, que clavan en el queso hasta alcanzar su centro y de el extraen una rodajita, que una vez examinada en su color, olor y textura es devuelta al centro de la pieza. Cada variedad de queso tiene una forma particular de ser catada para conocer su grado de maduración; algunos son muy originales, como las realiza­das por los expertos catadores del queso tipo Cheshire, que acercan la pieza a su oído y la aprietan para escuchar el crujido que se produ­ce en el interior, o los encargados de catar el Parmesano, que van golpeando suavemente cada queso y observando el ruido que produ­cen las vibraciones a través de la corteza.
Durante el periodo de maduración deben controlarse cuidadosa­mente las condiciones ambientales de temperatura y humedad, para que se desarrollen adecuadamente toda una serie de microorganis­mos que ayudan al proceso y se elimine el crecimiento de otros que podrían ser nocivos para el queso. Unos quesos maduran de dentro a afuera, otros siguen el proceso contrario. Algunos maduran desarrollando en su interior hongos y bacterias, mientras que otros deben ser cuidadosamente preservados de la presencia de estos microorganismos. Cada queso requiere unas condiciones concretas de maduración, embalaje y conservación, que difieren notablemente unas de otras.
Durante el periodo de maduración, algunos quesos desarrollan características externas especiales que les han dado fama y los hacen inconfundibles, apareciendo las venillas de bongos azules en el tipo Stilton, los enormes agujeros del Emmental, la grasilla roja en la su­perficie del LiederKrantz y el mantillo blanquecino sobre los bordes del Camembert. Estos son procesos naturales que los fabricantes suelen estimular. Lo que hace años era una especie de artesanía do­mestica, ha llegado a ser actualmente una prospera e importante in­dustria, que ya no deja en manos del azar la producción de las venillas de hongos suficientes dentro del queso azul, al que ahora se pincha con agujas de acero inoxidable para acelerar la formación y desarrollo de aquel; o el logro de la distribución correcta y uniforme de agujeros u ojos del tamaño adecuado por todo el volumen de un gran queso, moviendo la pieza todas las veces que sea necesaria du­rante su maduración.

26 mayo, 2008

Pollo, como trocearlo

Extraido de La Gran Cocina Salvat
El pollo troceado comprado en una polle­ria o un supermercado es a veces de cali­dad mediocre y puede salir más caro que si compra el ave entera. Aprender a tro­cear el pollo en casa significa un ahorro y se logran porciones mas apetitosas. Ade­mas, tendrá incluidos los menudillos.
El proceso es mas sencillo de lo que parece, y una vez se ha adquirido confian­za puede hacerse en pocos minutos; todo lo que se necesita es una plancha para cortar y un cuchillo afilado y puntiagudo. Pero lo mas importante de la operacion son las propias manos. Aprenda a locali­zar las articulaciones con el tacto, a fin de no dar con el cuchillo en el hueso y cortar los tendones y cartilagos menos resis­tentes.
Aqui se ha escogido un pollo para de­mostrar la tecnica, pero como todas las ayes tienen mas o menos la misma anato­mia basica, se puede adaptar este metodo para trocear pato, pavo, pintada y otras aves.
Este esquema indica el modo mas sencillo de trocear un polio entero. El lugar mas apropiado para empezar esta constituido por las patas que incluyen el muSlo (A) y el alto del mismo (B). Despues se cortan las alas y la caja toracica (C) para separar el lomo de la pechuga. El lomo se divide en dos trozos (D y E), cortando a traves del espinazo. La ultima fase consiste en cortar la pechuga en dos porciones (F), abriendola en sentidolongitudinal.


Separar las patas. Ponga el pollo, con la pechuga colocada hacia arriba, sobre una tabla de madera. Tire suavemente de una pata hacia el exterior y corte la piel que la une al cuerpo. Ahora estirela con firmeza hasta desarticular el hueso de la pata. Corte en la juntura entre hueso y cavidad, y la pata se desprendera facilmente.
Repita la operacion con la otra pata.
Cortar las patas. Ponga la pata sobre la madera con la piel hacia abajo y corte con
fuerza por la articulacion para separar el muslo del contramuslo. Esta fase puede omitirse si el ave es muy pequeña.
Separar las alas. Apriete un ala contra el cuerpo del ave, y las dos partes de la articulacion de la espalda quedaran visibles bajo la piel. Practique una incision entre el hueso y la cavidad de la articulacion, tire del ala y corte la piel en la base del ala. Separe la otra por elmismo metodo.
Partir la carcasa. Introduzca la -oja del cuchillo en la cavidad corporal y perfore un lado, entre la articulacion
de la espalda y la caja toracica. Cortando hacia usted, paralelamente al espinazo, abra son cuidado la cajatoracica. Repita la misma operación en el otro lado
Separar la pechuga. Desprenda a pechuga del lomo para descubrir los huesos de la espalda. Corte entre
estos huesos para separar el pecho(derecha).
Despues divida el lomo en dos partes, cortando a toancho a traves del espinazo en el punto donde termina la caja toracica
Cortar la pechuga por la mitad. Ponga la pechuga sobre la tabla, con la piel hacia arriba. Con un cuchillo pesado, corte con fuerza el esternon apoyando el cuchillo en uno u otro lado de la quilla. Las ayes de mayor tamano, como el pavo o la oca, pueden cortarse de nuevo en sentido horizontal, para obtener entre cuatro y seis porciones de pechuga
Con el metodo descrito en estas paginas se obtienen 10 trozos. No se desperdicia ninguna parte de la carcasa, pero los tamanos de los trozos difieren bastante entre si.

15 mayo, 2008

Bronca en la alta cocina

El articulo que sigue lo he leido en El Correo, he mirado en Internet y he visto que la noticia está colgada en el siguiente enlace, habrá más me supongo.

Santi Santamaría arremete contra los chefs mediáticos como Adrià tras ganar el Premio de ensayo con 'La cocina al desnudo'
Por MIGUEL LORENCI

"Basta ya de tanta absurdidad y de tanta tontería en los fogones y los manteles. Comer tiene que alimentarnos, hacernos felices y legitimar hábitos saludables antes que ser un espectáculo mediático". Así se pronunciaba ayer el cocinero Santi Santamaría (Sant Celoni, 1957) tras declararse ganador del Premio de Hoy de ensayo, convocado por el sello Temas de Hoy y dotado con 60.000 euros. El libro de Santamaría, 'La cocina al desnudo', se impuso entre los 86 originales que se disputaban este galardón recién llegado al saturado concierto de los premios comerciales.

El vencedor hizo de su victoria un alegato contra lo que juzga falsa sofisticación de la cocina y cargó las tintas contra su colega Ferrán Adrià, para muchos el mejor cocinero del mundo. Santamaría expresó todo su respeto hacia él, pero se colocó en las antípodas de su manera de entender la profesión que comparten.
"Le tengo un enorme respeto y aprecio a Ferrán Adrià. Le conozco muy bien y hemos coincidido en muchos lugares, pero, como todo los matrimonios que no se entienden, lo mejor entre nosotros es optar por el divorcio; un divorcio que en mi caso es ético, conceptual y de ideas", sentenció.
Cambio chef por tomates
"Mi manera de hacer se caracteriza por un respeto brutal hacia el agricultor, el pescador y los mercados, mientas que Adrià lucha en un camino que es contrario a mis convicciones", agregó sobre la cocina molecular y tecnoemocional de su colega catalán.
Planteado el morboso divorcio entre los dos grandes gurús de la cocina española, Santamaría, el primero en conseguir tres estrellas Michelín, disertó sobre la esencia de la cultura culinaria, que está en la base del ensayo con el que se adjudicó este nuevo premio. «Trato de explicar con sinceridad qué es lo que siente un chef ahora que los de nuestro oficio hemos engrosado el espectáculo mediático. Este libro es una defensa del oficio, el de cocinero, que algunos han querido convertir en el bufón del siglo XXI, echando por tierra un respeto que nos costó mucho ganar», se lamentó Santamaría.
«Soy un defensor de lo local, de los alimentos de proximidad; basta ya de absurdos y tonterías» insistió Santamaría. Para dar prueba de su manera de pensar, no ocultó que estuvo a punto de titular 'Cambio chef por tomates frescos' un libro que ha subtitulado 'Una visión renovada del mundo de la gastronomía'. Se publicará el día 27 y en él critica el ocaso de la cocina doméstica y la proliferación de la cocina-espectáculo, que utiliza ingredientes y métodos de la cocina industrial en detrimento de la calidad y la naturaleza de los productos. «Si se trata de tener experiencias imaginarias, esto ya lo logran las pastillas y las drogas».
«Hemos de volver a lo natural. A lo salvaje, en el mejor sentido del término, y darles la espalda a los cocineros que tratan de hacernos comer sustancias que nuestros padres, madres y abuelas jamás habrían puesto en nuestras mesas».
«Los cuadros han de estar en los museos y no en los platos. Hacer esculturas o pintar cuadros en un plato es una cosa ridícula».
«No me gusta lo que se nos hace comer a través de la publicidad engañosa de una cocina que se ha sumido en una carrera por la extravagancia», prosiguió el galardonado.
Una parodia «Hemos agotado y quemado los referentes culturales y hemos hallado una forma lúdica de parodiarnos. Cuando la cocina nos da risitas es que está cautiva de la banalización, que falla lo sustancial», planteó el también fundador de los restaurantes Evo y Tierra.
Aprovechó, además, para denunciar el uso de ingredientes químicos de dudosa salubridad, como la metilcelulosa, «que circulan en las recetas de internet», y llegó a asegurar que hay cocineros «pretenciosos que dan de comer a su clientes platos que ni ellos mismos se comerían».
El jurado que premió por unanimidad a Santamaría estuvo formado por el médico Santiago Dexeus, el historiador Fernando García de Cortázar, los escritores Juan José Millás y Alejandra Vallejo-Nágera y la editora Belén López Celada. Santamaría recogió el premio de manos del ministro de Cultura, César Antonio Molina, que tras entregarlo hizo mutis por el foro y por ello se perdió una jugosa polémica.

SANTI SANTAMARÍA
Nació en 1957 en Sant Celoni (Barcelona), localidad en la que inauguró en 1981 junto a su esposa, Àngels, el restaurante El Racó de Can Fabes, que cuenta con tres estrellas de la Guía Michelín.
Es colaborador de varios medios de comunicación y autor de diversos libros. El pasado año publicó '101 recetas para casa' y 'El gusto por la salud', en el que apostaba por la dieta saludable.

14 mayo, 2008

Primero el estómago y luego la moral

Articulo escrito por el Inolvidable y siempre añorado D. Manuel Vázquez Montalban en Mayo de 1998 en la revista Archigula.

.......porque nada hay tan inmoral como la represión de los sentidos; y del gusto, de ser una mera acción fisiologica de la naturaleza, puede alcanzar la condición de sentido construido, de sentido cultural, cuando alcanza el nivel de paladar cultivado.

Un personaje escéptico de Brecht convierte en estribillo de su canción el lema: Primero el estomago y luego la moral.
Lo importante es suministrar energía al cuerpo para que sobreviva, y después ya llegará la moral. ¿Qué llegará? Por moral se entiende una filosofía de las costumbres basada en las pautas de conducta avaladas por una tradición que dicta lo correcto, o bien la aplicación eficaz de la razón en las normas de la conducta. No. No iba estrictamente el sarcasmo de Brecht a marcar el dilema entre la supervivencia y la conducta correcta según la tradición, o entre la supervivencia y la eficacia de la razón en las normas de la conducta. Salvar la vida, según el personaje de Brecht, estaría por encima de cualquier otra consideración, y sólo al animal alimentado se le puede exigir que sea
convencionalmente civilizado. Otra derivación se establecería si en vez de la palabra y concepto de moral utilizáramos ética, que también etimológicamente parte de etos, costumbre, pero que ha recibido el valor de uso de referirse a las virtudes que dan coherencia a una disposición, una actitud, una práctica. En cualquier caso, las más veces utilizamos indistintamente lo moral o lo ético como apreciaciones contrarias a lo inmoral o lo antiético según jerarquías de valores ideológicos, culturales de grupo, secta, comunidad autónoma o
club de fútbol.
Brecht habla de estómago y no de paladar. Cuando ascendemos por el cuerpo humano y nos acercamos al cerebro, las consideraciones sobre la relación entre supervivencia y conducta se complican. Maiakovski fue criticado porque dedicaba parte de la carne de racionamiento que le correspondía a alimentar a su perro.
Podía habérselo dado a otro ser humano, sin duda, pero el perro pertenecía al eco sistema emocional del escritor, necesitaba su compañía más que la de los
comisarios de la cultura proletaria dedicados al canibalismo espiritual. En tiempos de necesidad, la generosidad alimenticia hacia un animal no siempre implica desprecio de lo humano, sino comprobación melancólica de que la inmerecida por inmoral hegemonía del hombre ha condenado al perro a una inmerecida, inmoral domesticidad que puede llevarle a la muerte por inanición. Por extensión, lo inmoral o antiético suele alcanzar a los que se preocupan por la cocina y la gastronomía como dedicaciones del saber y de los sentimientos en contradicción con la inmoralidad, es decir, con la falta de virtud, del orden alimentario social e internacional. Si hay sectores de la sociedad que pasan hambre e inmensas mayorías en el tercer y cuarto mundo en la misma situación, ¿cómo es posible que alguien se dedique a desentrañar la receta de l´oreiller de la belle Aurore, plato, evidentemente incestuoso, que Brillat Savarin urdió en homenaje a la memoria de su madre? Tensamos aun más el cable que pudiera unir lo moral con el paladar, al considerar que una excelente cocina criolla como la peruana cohabita con un cuarto mundo sub alimentado en las villas miseria de Lima u otras ciudades. ¿Es moral deconstruir el seco peruano, magistral variante de los estofados metropolitanos, que puede guisarse con carne de cabrito, vaca o cerdo? ¿Cómo es posible reivindicar los derechos del paladar ante el hambriento estómago del mundo? .
Sólo personas de esencial virtud son capaces de prescindir de todos los placeres convencionales para asumir los niveles de insatisfacción en los que vive la inmensa mayoría de la humanidad. Los demás tenemos que acogemos a una negociación del yo moral esencial con los códigos del comportamiento, y resignarnos a asumir nuestras contradicciones, fórmula expresiva ya un tanto demodé pero que hizo furor a comienzos de siglo, cuando aún estaban dándole vueltas a la muerte de Dios, la soledad del hombre y el traslado a las leyes y al Estado de toda capacidad de marcar pautas de eticidad.
Por otra parte, negarse a consumir caviar iraní o angu las de Aguinaga o kokotxas de merluza o trufas blancas de Módena en nombre de la inmoralidad del hambre que hay en el mundo, podría provocar la más definitiva miseria para los pescadores del Caspio o del País Vasco y sin duda hundir Módena, toda ella pendiente de las excelencias de sus trufas y su acetto balsámico. No hay más remedio, pues, para el gourmet que vivir en un perpetuo doble frente: el indagatorio de nuevas alturas sensoriales detectadas por el paladar y la denuncia de un orden económico internacional que propicia el hambre como un instrumento de parálisis cultural y control social.
El conflicto moral se establece en el territorio de la práctica o del apostolado gourmet, pero no afecta al aspecto contemplativo del gourmand como conocedor de las combinaciones de sabores heredadas del pasado y de las que se están urdiendo en la actualidad, como resultado de las investigaciones de la cocina de autor; es decir, una vez más, la cultura como patrimonio y la cultura como una nueva consciencia. Sería un ejercicio tan moralmente inocente como la arqueología o saberse de memoria las alineaciones del Madrid o del BarÇa, el perpetuar el patrimonio de lo que se ha comido aun que conlleve la sombra de lo que se ha gozado comiendo, egoístamente ya que no ha habido Historia sin dolor y el Eclesiastés ya nos avisó de que el saber implica también dolor. Es rigurosamente moral mantener la memoria más eternizable sobre el recetario de Curnonsky como exponente de la gran cocina burguesa o abrir las papilas de la lengua y el cerebro a las propuestas subversivas de Ferran Adriá. Detrás de la Galantjne de lapin en gelée Grandoousjer aparece la imaginación popular sucesiva que hizo posible convertir el conejo cocido, así chamuscado en la hoguera primitiva, en una variante cualitativa excelsa; y, si atendemos una receta de Ferran Adriá como el Trjnchado de bogavante y oreja de cerdo, ¿cuántos saberes y audacias del paladar se resumen en un plato confeccionado con bogavante cocido, níscalos minúsculos y una oreja de cerdo igualmente cocida, texturas combinadas y balsamizadas por una salsa de mantequilla, jugo de trufas, caldo de crustáceos y perejil picado? Si consideramos una por una las materias primas empleadas por Adriá, son rigurosamente morales, aunque excepcional el bogavante, pero no alejado -en su variante africana congelada- de un salario medio aplicado a un mínimo goce dominical mensual. Lo que puede parecer inmoral es el artificio, la alienación del espíritu crítico, al entregarse la conciencia al regodeo de la salsita. Si se llegara a tal extremo de impugnación moral que podría devolvernos a la etapa crudívora, el gourmet liberal no tendrá más remedio que recuperar la columna vertebral y dejar de pedir perdón por haber nacido. Ojos tan críticos como los dedicados a impugnar la búsqueda y logro del placer, merecen el desafío dialéctico y la lid si hiciera falta, porque nada hay tan inmoral como la represión de los sentidos; y el del gusto, de ser una mera dación fisiológica de la naturaleza, puede alcanzar la condición de sentido construido, de sentido cultural, cuando alcanza el nivel de paladar cultivado.
Y un paladar cultivado no es intrínsecamente inmoral, sino al contrario, una conquista del espíritu que debería crear costumbre y no violación de costumbre.
Ya habrá entendido el sagaz lector que he utilizado un concepto de moral referente muy condicionado por la única inmoralidad fundamental que parte de la organización del orden de la cohabitación humana, la injusticia social. Es la única conciencia crítica que puede considerar un gourmet o un cocinero con voluntad y saber a la hora de autojustificarse en un mundo en el que la moral, es decir, la costumbre de que unos coman y otros no, suele estar interrelacionada como la causa con el efecto. Pero, de la misma manera que la condición humana caída después del deshaucio del Paraíso busca constantemente las sombras y las luces de una Edad de Oro que jamás existió, estoy seguro de que una divulgación del saber aplicado a la operación de cocinar es rigurosamente moral, lo cual no impide dedicar buena parte de nuestras actividades no palatales a cambiar la Vida e Historia, sin que por ello lleguemos a la conclusión de que hay que convertir la sopa negra espartana en el plato único universal.

28 abril, 2008

Última Cena

Articulo aparecido en el Pais Semanal el 27-4-08 y en este enlace de Internet por Manuel Vicent.

Si se trata de montarse para uno mismo la última cena, lo primero que hay que procurar es que a la mesa no se siente ningún traidor ni nadie que esa misma madrugada, antes de que cante el gallo, te niegue tres veces. Cuando a Jesús de Nazaret en el Cenáculo, ante el cordero asado, el chivato de turno le sopló por lo bajo que allí, mojando en el mismo plato, había uno que lo iba a entregar a los verdugos por treinta monedas y otro que se haría el loco a la hora de dar la cara por él, el Maestro exclamó: “Pero, ¿con qué clase de hijos de puta estoy cenando?”. Y eso que era Dios. Al día siguiente lo crucificaron.
Una última cena siempre suena a patíbulo antes que a bacanal romana. Más que pensar en el placer de los sentidos, uno tiende a imaginar el corredor de la muerte en el momento en que se acerca a la celda del condenado alguien de cocinas enviado por el alcaide de la prisión para ofrecerle el plato de su gusto como deferencia antes de empujarlo al más allá. La inmensa mayoría de los asesinos, que han tenido estómago para acuchillar o balear a cualquier prójimo, no lo tienen, en cambio, preparado en ese instante para digerir unas judías con chorizo. Tampoco se trata de hacerse el finolis en esa hora suprema y pedir una gollería de la nueva cocina, sólo apta para desdentados. Un condenado a muerte que se precie debe contestar: dígale al alcaide que se meta el plato por donde le quepa. Pese a todo, yo pediría una tortillita a la francesa con perejil para quedar bien, porque, en caso de ser ultimado por la ley, dado mi carácter, soy de esos que se dejarían fusilar injustamente con tal de no llevarle la contraria al jefe del pelotón. Por eso estoy escribiendo este artículo.
Puesto que se trata de una ficción literaria, al final de mi vida me gustaría realizar un resumen de todos los mejores sabores que a lo largo de mi vida me han visitado y que todavía me perduran en la memoria del paladar. A ese placer uniría la imagen de algunos lugares maravillosos que he recorrido por el planeta. Todos los mejores sabores son el mismo sabor, y como en el Aleph de Borges, también todos los lugares del mundo donde uno lo ha pasado bien son siempre el mismo lugar. Me basta con recordar la terraza del hotel Gritti Palace sobre el gran Canal de Venecia y un campari; el belvedere de Villa Politi sobre la latomía de Capuchinos en Siracusa y un oporto; el sol en el mármol de un velador de la Cloiserie des Lilas en París y media docena de ostras; el pub Davy Byrnes de Dublín y una pinta de Guinness; el bar del hotel Cathai de Shanghai y el perfume de opio; un cafetín de Sausalito en San Francisco, un bar destartalado de la Cornisa de Alejandría, una plazoleta del barrio de San Telmo de Buenos Aires, el River Café de Nueva York y cualquier brebaje que te permita ver tu rostro reflejado en el fondo del vaso, tal como era en el momento más feliz de la vida.
En el bautismo, según el rito cristiano, al recién nacido se le unta la nuca con óleo, y al agonizante se le hace lo mismo en la planta de los pies con la extremaunción; pero entre la vida y la muerte, el aceite se usa para innumerables guisos y ensaladas. En el Corán se le define como la luz de Alá. En mi caso mandaría al camarero que inundara, en primer lugar, un plato hondo con aceite de la Sierra de Espadán y me sirviera unas rebanadas de pan de pueblo que no hubiera perdido el perfume de las tahonas de mi niñez, el mismo que después sentí que se repetía en los hornos de Fez al anochecer un día de ramadán con plenilunio mientras las trompetas de plata sonaban desde lo alto del minarete de la mezquita de los Andaluces para avisar del fin del ayuno. Mojar pan con aceite antes de subir al cadalso sería la última señal de sabiduría.
Después me bastaría con cerrar los ojos para oler unos erizos capturados en los bajos de aguas claras de enero en el Mediterráneo entre la sutileza de algas muy frías. A renglón seguido me haría leer unos tercetos de la Divina comedia, de los que conducen al infierno.
Puesto que iba a entregar enseguida mi cuerpo a la eternidad no pediría carne. Si el maître me ofreciera, como sugerencia del chef, unas raspas de salmonete carameladas le diría que se las diera al gato y que me trajera una escorpa braseada al carbón sobre su propia coraza, pero a condición de que me devolviera a mis veinte años, cuando la tomaba bajo una parra en los días de verano al final de una travesía a bordo de una mallorquina. En este momento todavía no se me ha advertido de si iba a morir de muerte natural o ajusticiado. La cosa cambia. Conocí a un viejo que en el lecho de la agonía dio por buena su vida por todo el café que había tomado y a continuación estiró la pata. Y hubo en Valencia un condenado a garrote vil que sólo transigió en confesarse después de que el padre capuchino le prometiera que así iría al cielo y allí le darían paella con conejo y pollastre. Un arroz en el paraíso no estaría mal, pero nada es comparable con el perfume del café a la hora del desayuno unido al olor de la tinta del periódico en la Tierra.
En las cartas de los restaurantes con una cocina de diseño, a la hora de describir los platos se hace la mejor literatura de ciencia-ficción. Alimentos terrestres, sencillos, sin condimentar demasiado son los que a mí me gustan. El arte de la cocina nace de la escasez. La abundancia sólo produce retórica. Innumerables madres han creado increíbles platos de la nada. Pero de la retórica también se vive. De modo que para mí, la sopa de verduras tendría que estar cocinada con los cardos y nabos de un bodegón de Sánchez Cotán, y a la hora del vino me pediría un ribeiro Sanclodio para la escorpa y un priorato Perinet para el queso torta del Casar. Y de postre me bastaría con imaginar una sandía abierta a mitad de agosto a la sombra de un algarrobo mientras el aire freía chicharras, pero a la hora de asumir una fruta de verdad elegiría siempre cerezas. Aunque no sean de mejor calidad que las que se dan en los valles de Laguard y de la Gallinera en la Marina Alta, pediría las que están esparcidas sobre el mantel blanco de la Última Cena de Ghirlandaio, que se conserva en el refectorio menor del convento de San Marcos de Florencia.
No obstante, daría con gusto mi cuello a sayón si como gracia se me permitiera por unas horas volver a mi juventud para entrar en Casa Barrachina de Valencia y pedir un bocadillo de blanco y negro con una cerveza cuya espuma, como entonces, se derramara sobre mi pecho valeroso cuando creía que la vida era una espléndida broma, un juego muy divertido que no iba a terminar nunca.

16 abril, 2008

Divagaciones sobre la ensalada

Lo que sigue fue escrito por Maria Mestayer de Echagüe, Marquesa de Parabere en su libro Historia de la Gastronomía. En 1996 hubo una reedición por R&B con ISBN (10) 84-88947-58-5 ISBN (13) 978-84-88947-58-1.
Es una publicación interesante y entretenido.

Divagaciones sobre la ensalada
Habrá quien piense: «¡Qué tontería! ¿Qué se podrá decir de la ensalada que resulte interesante? Pues mucho bueno. Y quien no me crea que lea este artículo; tal vez cambie de parecer...
De primera expondré algunos preceptos de cómo se ha de sazonar la ensalada.
Lo primero y principal estriba en emplear exclusivamente aceite de oliva, excluyendo rotundamente los aceites de almendras, nue­ces o cacahuetes; desde luego que el aceite de oliva ha de ser perfectamente puro y refinado.
Segundo requisito: el vinagre ha de ser exclusivamente de vino. Tercer requisito: la proporción de aceite y vinagre ha de ser de tres cuartas partes de aceite por una de vinagre, y ésta escasa.
Alfredo Suzanne, en su tratado L'art d'accommoder les salades, hace resurgir un viejo precepto que bajo una fórmula humorística no deja de ser veraz: «Para sazonar una ensalada se requiere cuatro genios distintos: un pródigo para el aceite, un tacaño para el vinagre, un sabio para la sal y un loco para removerla».
Suzanne, como lo pueden comprobar mis lectores, no men­ciona la pimienta. La aportación de ésta es facultativa; pero, si se añade, ha de ser en cantidad mínima; por tanto se la adjudicaremos al tacaño.
Nosotros enmendaremos el precepto, cuya paternidad rechaza Suzanne, diciendo que para remover una ensalada más que un loco precisa que el «removedor» sea persona cuidadosa y pacienzuda.
Y ahora encaja a las mil maravillas una anécdota sobre la ensalada, que copiamos de Brillat-Savarin —éste la divulgó, y como se ha hecho del dominio público, la transcribimos sin es­crúpulo alguno.
Un emigrado francés, de nombre Albignac, hizo su fortuna en Londres por su habilidad en sazonar la ensalada.
(Lo asegura Brillat-Savarin y yo me limito a transcribirlo de­clinando toda responsabilidad).
Este emigrado, que como tantos otros aristócratas franceses tuvo que huir cuando la Revolución francesa, lo mismo que la mayoría de ellos fuese quedando sin recursos por alargarse su destierro.
A pesar de ello nuestro Albignac hallábase un día comiendo en una de las más acreditadas tabernas de Londres, y a la vez que saboreaba un suculento rosbif se fijó en una mesa, no lejos de la suya, donde estaban comiendo media docena de ingleses jóvenes y elegantes, al parecer de la mejor sociedad de Londres. Uno de ellos se levantó de pronto y acercándose a Allbignac le dijo: «Señor francés, siempre hemos oído que su nación tiene un arte especial para sazonar las ensaladas. ¿Sería usted tan amable que condescen­diera a condimentarnos una?».
Albignac, al pronto se sorprendió; pero reponiéndose consintió en ello y pidió los ingredientes necesarios para proceder a su obra de arte; tuvo la suerte de acertar y complacer a los ingleses. Mientras dosificaba los ingredientes contestó con franqueza a las preguntas que le hicieron; dijo que era un emigrado, y confesó, no sin azorarse, que vivía gracias a los socorros del Gobierno inglés, circunstancia que aprovecharon los contertulios para ofrecerle un billete de cinco libras y que él aceptó con algún remilgo.
Albignac les había dado sus señas, y grande fue su sorpresa al recibir una carta en la que en términos halagadores para él le suplicaban fuese a sazonar una ensalada en uno de los más aris­tocráticos palacios de Grosvenor Square.
Albignac pensó que esto podía ser una mina, y a la hora dicha dirigióse al lugar de la cita, no sin haber hecho antes buen acopio de los ingredientes que juzgó iban a serle necesarios, a fin de llevar a buen fin su cometido.
Tal fue el éxito y la gratificación que no cabía en sí de gozo...
Como se habrán percatado mis lectores, los muchachos se habían propuesto protegerle alabando por doquier su habilidad en sazonar ensaladas. Su fama corrió cual reguero de pólvora y fue designado en la alta sociedad londinense como “fashionable salat­maker”, y como todo es cuestión de moda, nadie quería ser menos, y mi bueno de Albignac corría desalado de palacio en palacio para sazonar ensaladas.
Como sus ingresos eran cuantiosos adquirió un coche para poder acudir a cuantas mansiones era llamado e hizo acompañarse de un criado que era portador de una preciosa arquita con cuantos ingredientes eran necesarios para llevar a bien su cometido, y que no eran pocos los tales ingredientes: vinagres diversamente aromatizados, aceites variados, suya india, caviar, trufas, anchoas, catchup, mostaza, jugo de carne, yemas de huevo, huevos cocidos, perejil, estragón, etc., etc.
Con el tiempo hizo fabricar unas arquitas que, guarnecidas igual que la suya, vendía a buen precio.
En fin, gracias a sus ensaladas y sus arquitas realizó una fortuna de 80.000 francos (téngase en cuenta que de esto hace siglo y medio y que el dinero entonces tenía más valor que el equivalente de hoy día).
En cuanto pudo realizó dicha suma y se, trasladó a Francia, invirtiéndola en fincas rústicas; se enriqueció aún más y murió poderoso en la que tenía enclavada en el Limosino.
Alfredo Suzanne, comentando la anécdota, achaca el éxito de Albignac a que los ingleses de entonces no conocían el aceite, y que tan sólo comían las ensaladas sazonadas con sal, y también porque es cuestión de moda y, sobre todo, de suerte.
La ensalada que más se ha ensalzado fue la de la gran trágica mademoiselle Georges. Todas las noches daba de comer a sus íntimos y admiradores: invariablemente les obsequiaba con una ensalada de trufas. ¿Cabe mayor sibaritismo?
Transcribamos lo que nos dice Alejandro Dumas (padre), que era uno de los comensales y una autoridad gastronómica: «En cuanto Georges regresaba del teatro le presentaban una jofaina de hermosa porcelana llena de agua perfumada, donde se lavaba perfectamente las manos; luego le traían otra fuente llena de hermosísimas trufas bien limpias, un tenedorcito de oro y un cuchillito con mango de nácar.
«Georges entonces, con su perfecta mano de rasgos clásicos y con sus dedos que parecían de alabastro, terminados con uñas rosadas, mondaba los tubérculos negruzcos, que eran como or­namentos para sus manos, e iba colocándolos en una ensaladera; una vez colocadas todas, las sazonaba con pimienta negra, luego les echaba unos átomos de pimienta de Cayena y las rociaba con aceite finísimo; a continuación entregaba la ensaladera a uno de sus lacayos para que la removiera a conciencia.
«La cena se completaba con un asado, capón, pavo poularda o faisán, según la estación. Y siempre la consabida ensalada.
«Es difícil concebir el aroma de esas trufas, sencillamente sa­zonadas con aceite fino y pimienta».